LA PERSONA DE JESÚS: EL AMIGO QUE NOS ENTIENDE

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Jesús es el hijo de Dios, pero en los evangelios también podemos ver un lado humano, ciertamente era divino, pero también humano. Nació como nosotros, creció como nosotros, vivió como nosotros, trabajó como nosotros, porque estuvo entre nosotros, pero no era de nosotros, y a pesar de esa humanidad Él venció al pecado, y fue a la cruz por amor.

Mateo 21:12-13 Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. Es una reacción muy humana molestarse por algo que sabemos que está mal o indignarnos ante una injusticia. Jesús se molestó de que aquel lugar que debería servir para acercar a las personas a Dios, se hubiera convertido en un comercio lleno de ladrones que lucraban de la fe.

Mateo 15:26-28 Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora. Probar a otros es algo muy humano, nos gusta comprobar la fidelidad de los demás. Jesús probó el corazón de la mujer cananea que tenía su hija enferma, comprobó su amor de madre, su perseverancia y su fe, por lo que sanó a su hija.

Juan 11:33-35 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. Jesús lloró. Conmovernos hasta el punto de llorar ante las pérdidas o ante alguna desgracia es algo muy humano. Jesús quizá se conmovió de la fragilidad del ser humano, de lo emocionales que somos ante la pérdida de un ser querido o de la falta de fe que a veces podemos tener.

Marcos 1:40-42 Vino a él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio. Tener misericordia y querer ayudar a alguien que sufre es algo que muchos tienen, pero no la voluntad y el amor para llevarlo a cabo. Aquí ya podemos apreciar un poco de lo divino, Jesús no solo tuvo misericordia para sanarlo, sino que pudiendo tener muchas formas de hacerlo, decide tocarlo y lo dignifica como persona, le hace sentir cariño y afecto en tan solo un acto.

Marcos 14:35-36 Yéndose un poco adelante, se postró en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora. Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú. Es muy humano sentir temor y querer cambiar una situación, pero hay que ser muy divino para ser capaz de pedir que se haga la voluntad de Dios, a pesar de lo que iba a suceder, darte totalmente por amor.

¿Cómo no amar a alguien así? Que es capaz de entendernos, que es capaz de comprender lo vulnerable que somos, que es capaz de amarnos tanto que dio su vida para salvarnos, que es capaz de amarnos como nadie nunca lo hará.

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LA PERSONA DE JESÚS: EL MAESTRO PERFECTO

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Hablamos mucho del lado de Jesús como el buen maestro, con la habilidad que tenía para contar en parábolas tantos misterios acerca del Reino de Dios, con esa forma de simplificar temas tan profundos en palabras tan claras que muchos pudieran entenderlo; pero Jesús también es un maestro que trasmitía muchísimo con el ejemplo.

Lucas 18:1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar. Jesús tenía una importante vida de oración, era una parte vital de su día encontrarse con su Padre Celestial, y cuando Él enseñaba acerca de la oración, tenía la autoridad para hablar de aquel tema, podía expresarlo de forma adecuada porque era un tema que dominaba y que practicaba continuamente. Lucas 6:12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.

Lucas 11:1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. El ejemplo de Jesús provocó que sus discípulos también quisieran orar como Él, porque nuestros actos hablan, nuestras acciones trasmiten y pueden ganar a muchos.

Lucas 6:37 No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Jesús no enseñaba algo que Él no pudiera hacer, y cuando uno de sus discípulos que lo acompañó durante tanto tiempo, que fue escogido para manejar las finanzas, lo traiciona, Jesús lo sigue tratando con amor, tenía un corazón lleno de perdón. Mateo 26:50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.

Juan 21:17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Jesús observó el momento exacto en que Pedro le negó, y lejos de acercarse a reprocharle por no escucharle cuando le advirtió, se acerca a Él con misericordia y lo restaura, y aquel hecho marcaría por siempre la vida del apóstol.

Lucas 6:27 Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; Jesús nos demostró el mayor acto de amor en toda la historia de la humanidad, mientras que muchos lo insultaban, otros lo habían escupido y golpeado, hasta echaban suertes para quedarse con sus vestidos, Él nos demostró que el amor perdona, que el amor no guarda rencor, que el amor se preocupa por el destino de los demás. Lucas 23:34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.

Juan 15:13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. A todos nos gusta que nos sirvan, que nos demuestren afecto, que nos den atención; sin embargo, nos cuesta mucho demostrarlo, nos cuesta ponernos en el lugar de la otra persona, nos cuesta horrores sacrificarnos por alguien más. Jesús nos demostró lo que significa tener amor ágape, lo que es tener un amor entregado y desinteresado.

Estamos viviendo un tiempo bastante especial y distinto, ahora más que nunca en la historia, necesitamos comportarnos como discípulos de Jesús, necesitamos poner en práctica lo que aprendimos del Maestro.

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LA PERSONA DE JESÚS: ÉL PROVEE

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Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. Mateo 14:14

Cuando Jesús veía personas que acudían a su encuentro, sentía compasión por ellos en su corazón, sanaba a sus enfermos, los liberaba de demonios, les enseñaba acerca del reino de Dios, pero también podemos apreciar que también se preocupaba por sus necesidades.

Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer.

Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer.

Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces. El les dijo: Traédmelos acá.

Entonces mandó a la gente recostarse sobre la hierba; y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, doce cestas llenas. Mateo 14:14-20 Jesús no solo se preocupó por alimentar a todos, sino que comieron hasta saciarse y hasta sobró, y eso nos hace recordar que Dios siempre nos da más allá de lo que pensamos.

También podemos ver otra muestra de Jesús preocupándose por aquellos que fueron a su encuentro en: Juan 6:3-5 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos.

Y estaba cerca la pascua, la fiesta de los judíos. Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Juan 6:4

Jesús con sus acciones nos demostraba que somos importantes y valiosos para Él: ¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos. Mateo 10:29-31

Jesús sabe de qué cosas tenemos necesidad, y nos enseña que debemos confiar en Él y buscarle: Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. Lucas 12:29-31

Hay momentos de necesidad o de crisis, en donde nos sentimos fatigados del esfuerzo, del estrés del día a día y Jesús nos dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Mateo 11:28-31 Jesús nos habla de una acción de acercarnos a Él, no dice que esperemos, sino que vayamos a su encuentro, que tomemos la iniciativa de buscarle, porque entonces nos librará de nuestras cargas y encontraremos aquel anhelado descanso para nuestras almas.

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LA PERSONA DE JESÚS: EL AMOR

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Cuando Jesús vino al mundo era Dios viviendo entre nosotros como un humano, y nos mostró cuán grande era su amor. Cuando vemos a Jesús podemos ver al Padre, podemos conocer cuánto es que Dios nos ama.

¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. Juan14:10-11

En Lucas 5:12-13 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. Aquel hombre con lepra de seguro habría pasado mucho tiempo sin sentir afecto, era rechazado por su enfermedad, era considerado impuro y nadie debía tocarlo. Jesús pudo haberlo sanado con el poder de la palabra, pero prefirió tocarlo, le demostró amor con un gesto que de seguro embargó su corazón.

En Marcos 10:21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Un joven se postra ante Jesús para preguntarle cómo puede alcanzar la vida eterna. Jesús comienza a relatarle los mandamientos, ante lo cual el joven dice haberlos ya cumplido. Jesús lejos de enojarse lo mira con amor, Él comprende a la humanidad, sabe cuánto nos gusta adularnos, conoce que mentimos y somos imperfectos, y aun así nos sigue amando.

En Marcos 6:34 Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas. Jesús vio a la multitud como ovejas que estaban perdidas, que estaban desprotegidas y desamparadas y anhelantes de pasto. Cuantas veces Jesús quiere ayudarnos, quiere ser nuestro pastor, quiere cuidarnos, quiere llevarnos a comer buenos pastos, enseñarnos tantas cosas, y nosotros lo tratamos con desprecio, lo ignoramos y seguimos perdidos en nuestra rutina, en nuestra ignorancia, y en nuestra necesidad de Él.

En Lucas 19:41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella. Jesús amaba Jerusalén, pero sus habitantes no lo reconocían, no entendían que verdaderamente Él era el Mesías, el hijo de Dios que había venido a salvarlos. Actualmente Jesús también llorará cuando no queremos reconocerlo, cuando por la dureza de nuestros corazones no queremos aceptar su salvación, cuando no comprendemos lo frágil que es la vida, que sin Él nada somos.

En Juan 15:13 Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Jesús nos dio la prueba máxima de amor al morir por nosotros en la cruz, Él dio la vida por sus amigos; por todos nosotros que lo amamos; por los que luchamos día a día por nos fallarle; por todos aquellos que no le conocían; por cada uno de los que tropiezan y vuelven a levantarse; por todo aquel que le falló, pero vuelve al Camino.

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