Charles H. Spurgeon fue un pastor inglés, nació el 19 de junio de 1834. A lo largo de su vida evangelizó a millones de personas y a menudo predicaba 10 veces a la semana. Sus sermones han sido traducidos a varios idiomas, sus prédicas se escuchan incluso en nuestros días. Es conocido como el “Príncipe de los Predicadores” debido a que modernizó la forma en cómo se dan los mensajes en las iglesias cristianas.
Lo que muy pocos saben es como aquel hombre recibió y abrazó el evangelio:
A la edad de quince años, el joven Spurgeon, proveniente de una familia cristiana, no estaba seguro de su salvación. Hasta que un 6 de enero de 1850, cuando decidió ir a la iglesia para tener un encuentro real con Dios, una tormenta de nieve le impidió llegar, por lo que dobló por una calle y llegó a una pequeña iglesia para refugiarse del frío.
Al parecer, la nieve era tan severa que impidió al pastor poder llegar a predicar, por lo que, un hombre de aspecto muy delgado, supuestamente un zapatero o sastre que asistía a esa comunidad, subió al púlpito para predicar, aquel hombre era verdaderamente simple, pero valiente. Abrió su biblia y recitó: Isaías 45:22 Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más.
Él no pronunciaba las palabras correctamente, pero continuó: Mis queridos amigos, este es un texto muy simple. «Mirad», mirar no requiere un montón de esfuerzos. Un hombre no necesita ir a la universidad para aprender a mirar… Cualquiera puede mirar; incluso un niño puede mirar. Pero luego el texto dice, «Mirad a mí». Muchos de ustedes se están mirando a sí mismos, pero no hay provecho en mirar allí. Nunca encontrarán consuelo alguno en ustedes mismos… Jesucristo dice, «Mirad a mí».
Mirad a Mí; yo estoy sudando grandes gotas de sangre. Mirad a Mí, estoy colgado en la cruz. Mirad a Mí; estuve muerto y enterrado. Mirad a Mí; yo me levanté de nuevo. Mirad a Mí; ascendí al Cielo. Mirad a Mí; estoy sentado a la diestra del Padre. ¡Oh, pobre pecador, mírame! ¡Mírame!
Fijando sus ojos en el joven dijo: Muchacho, luces muy miserable, y tú siempre serás miserable, miserable en la vida y en la muerte, si no obedeces el texto; pero si obedeces ahora, serás salvo. Joven, mira a Jesucristo. ¡Míralo! ¡Míralo! ¡Míralo! No tienes otra cosa que hacer sino mirar y vivir.
Nunca sabemos si la próxima persona a la cual tenemos la oportunidad de predicar, pueda convertirse en un pastor, líder o ministro de Dios, es necesario que seamos valientes y decididos en llevar el evangelio a todos los que podamos.
Hechos: 9:10-12 Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y vé a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. Ananías nunca imaginó que aquel hombre conocido como Saulo de Tarso, el perseguidor de los cristianos, se convertiría en el gran apóstol Pablo, cuyas epístolas llenan gran parte del nuevo testamento. Él a pesar del miedo que sintió, obedeció la voz de Dios, y por su obediencia, muchos se convirtieron por el ministerio de Pablo.
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