Juan 19:25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
Existe mucha polémica acerca de quién es aquel discípulo amado, aquel discípulo que se recostaba en el pecho de Jesús, que sí estuvo presente durante la crucifixión cuando los demás se escondían, y que corrió junto a Pedro cuando les dieron la noticia de que la tumba estaba vacía.
Muchos dicen amar a Cristo, quieren seguirlo cuando las cosas van bien, cuando los milagros ocurren, cuando las multiplicaciones suceden, cuando las sanidades aparecen, pero muy pocos quieren pagar el precio de acompañarlo al pie de la cruz, cuando llegan los tiempos de prueba.
Aquel discípulo amado, se recostaba en su pecho, quería conocer su corazón, saber lo que pensaba, tener una amistad genuina, una amistad que fue probada cuando fue el único de los doce que estuvo a su lado en la crucifixión, y fue el primero en llegar a la tumba vacía.
Da mucha pena cuando aquella persona quién creías que era tu amigo te deja atrás en los malos momentos, duele saber que aquella persona en quién confiabas te abandona en los tiempos difíciles, cuan solitario y amargo es conocer a una persona que no te demuestra su fidelidad.
Hebreos 10:38-39 Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma. Nosotros no debemos ser de los que retroceden, no debemos ser como Judas que vendió al maestro por 30 monedas de plata, no debemos cambiar a Jesús por una aparente seguridad momentánea, ni por un placer pasajero o un pecado oculto. Nosotros debemos ser de aquellos que tenemos fe y seguimos firmes porque lo amamos y sabemos nuestra recompensa.
2Juan 1:9 Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. Ser cristianos es para valientes, a veces podemos tropezar, renegar, incluso fallar, pero aquellos que perseveran, aquellos que no se rinden y no vuelven al mundo, sino que persisten en el evangelio son lo que realmente le conocieron.
Apocalipsis 2:4-7 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor.
Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
Es tiempo de volver al primer amor, aquel amor que era un fuego que nos hacía estar pendientes de Dios, aquel amor que nos hacía buscarle a todas horas, aquel amor por el cual buscábamos tiempo para orar y hablar con Él, aquel amor que nos impulsaba a ganar almas para Cristo, aquel amor que era un motor que nos mantenía a firmes ante los vituperios, aquel amor que nos hace estar firmes hasta su venida.
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