Cristo ayúdame a clavar en la cruz el vestigio del viejo hombre que hay en interior, aquel retrato retorcido de mis pecados, de mi egoísmo y maldad.
Pásame los clavos y el martillo, toma mi mano y juntos clavemos en aquella madera el retrato del pecador que solía ser.
Que pueda clavar en aquel madero todo lo malo que había en mi interior, toda aquella oscuridad que me daba miedo contar, todos los pensamientos que me alejaron de Ti.
Golpe tras golpe, clavo tras clavo, crucificando en aquel madero los deseos engañosos que sentía, las mentiras que decía, los pecados que deformaban mi interior.
Cuántas veces me quité tu yugo y aparté de mí tu ligera carga; cuántas veces fui aquel soldado romano que golpeó tu lacerada espalda, pero ahora quiero ser un Simón de Cirene y junto a Ti llevar juntos aquella pesada cruz.
No puedo redimir por mí mismo mis pecados, por mi propia voluntad no puedo ser bueno, ni mis propios esfuerzos me garantizan la salvación de mi alma.
Sólo Tú en la cruz me diste libertad, solo Tú en la cruz me diste redención, solo Tú en la cruz pagaste el precio que yo merecía pagar por mis faltas, por mis errores por mis maldades y por mis debilidades.
Porque yo ya no quiero ser aquel retrato sombrío de un pecador, no resisto la mirada pícara del viejo hombre, no tolero su sonrisa burlona, sus palabras hirientes llenas de enojo, no deseo ser aquella persona llena de odio y depresiva por no saber por no tener un rumbo.
Jesús ayúdame a ser una verdadera nueva criatura, con una mente renovada y un corazón de carne que pueda amarte de verdad, que no vuelva a traicionarte, que no te hiera nunca más.
Quiero llevar en mí tus marcas, soportar en mi espalda cada día el peso de la cruz, negarme todos los días a mí mismo hasta que tu voluntad se cumpla en mí.
Ya no quiero ser el retrato de un pecador, quiero ser un cristiano verdadero, quiero tener una mirada de misericordia, tener un corazón lleno de tu amor, un alma llena del perfume de Cristo.
Quita las piedras que evitan que corran tus ríos de agua viva en mi interior, que pueda realmente dar frutos dignos de arrepentimiento que alegren tu corazón.