2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Cuenta una fábula: Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda.
La rana llena de dudas le respondió: ¿Que te lleve a mi espalda? ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás.
Insistió el escorpión: No seas tonta ¿No ves que si te pincho con mi aguijón te hundirás en el agua y también yo me ahogaré?
La rana, se dijo a sí misma: Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo. Y entonces, la rana aceptó.
El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.
Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo.
Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle: No entiendo ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
El escorpión la miró a los ojos y le respondió: Lo siento. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, no puedo actuar de forma distinta a como he aprendido a comportarme.
Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, bajo las aguas del río.
Cuanto debemos agradecer a Dios por el cambio que hizo en nosotros, nos hizo diferentes, nos dios una nueva vida, nos hizo parte de su naturaleza divina con la cual podemos ser Luz en medio de un mundo envuelto en tinieblas.
Mediante su divino poder, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para llevar una vida de rectitud. Todo esto lo recibimos al llegar a conocer a aquel que nos llamó por medio de su maravillosa gloria y excelencia. Y, debido a su gloria y excelencia, nos ha dado grandes y preciosas promesas. Estas promesas hacen posible que ustedes participen de la naturaleza divina y escapen de la corrupción del mundo, causada por los deseos humanos. 2Pedro 1:3-4 NTV
Dejemos atrás la naturaleza caída, quitemos de nosotros todo rastro de aquellas obras que estaban llenas de maldad y egoísmo; comportémonos siempre como hijos de la Luz, mostrando en nosotros los frutos del espíritu, el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones, y demostrando a todos los que nos rodean que Cristo reina en nuestras vidas.
El mundo necesita que los que han sido hechos nuevas criaturas por Dios, se manifiesten, gobernando los ambientes, amando a los enemigos, ayudando al necesitado, siendo honestos en un mundo de deshonestidad, edificando en medio de un ambiente de hostilidad, dando la mano en medio del egoísmo y la competitividad. Julio Melgar.
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