Es una oscura y estrellada noche a las afueras de Belén, el fuerte viento sopla sobre los verdes prados y el bramido de las ovejas es el mayor sonido que se escucha.
No tienen idea de todo lo que me ha costado llegar hasta aquí, pero todo mi sacrificio tendrá resultado al ver a aquel niño de Belén que cambió nuestras vidas.
Hoy nacerá a ya escasos minutos y a pocos kilómetros de aquí, un bebé, un salvador que es Cristo el Señor.
Me he conseguido ropa de la época y me he acercado con un puñado de ovejas entrenadas a un grupo de pastores que guardan las vigilias de la noche sobre su rebaño.
Ellos me reciben con alegría y se toman su tiempo para aconsejarme sobre los mejores prados que se puede conseguir poco lejos de Jerusalén.
De pronto el momento llega y todo comienza tan bíblicamente perfecto que es maravilloso poder saber los sucesos.
Un resplandor se acerca a nosotros, tiene forma humana y desciende tan rápido que no podemos reaccionar.
Aquel brillo nos dice: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
De pronto un resplandor más fuerte que el sol nos rodea, miles de brillos con formas humanas vuelan a nuestro alrededor cantando: ¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
Nos miramos y comenzamos a correr, los animales nos siguen instintivamente y estamos yendo a toda prisa hacia Belén.
Mientras corro veo el cielo y los ángeles vuelan sobre nosotros iluminando con un resplandor hermoso el anochecer, su brillo es como el de los fuegos artificiales ardiendo sin detenerse.
Hay una fuerte luz iluminando un pequeño y abandonado establo, los pastores no creen que el mesías pueda estar allí, pero yo marcho hacia aquel lugar sin detenerme.
Ellos me siguen temerosos, yo abro la puerta de madera y allí puedo ver a aquella magnifica pareja contemplando al hermoso bebe recién nacido que está acostado en el pesebre.
José se preocupa pero María lo calma, uno de los pastores les cuenta lo que nos dijeron los ángeles y entonces acceden a que veamos al bebé.
Todos se arrodillan mientras se van acercando y yo intento avanzar lo más que puedo antes de hacerlo.
Lo veo perfectamente, tengo frente mío al ser más bello de toda la creación, es tan lindo, sus gestos son tan bellos y no puedo evitar llorar.
Ellos me miran extrañamente, porque para ellos este es un día de gozo y alegría, pero yo al verlo tan pequeño recuerdo todo lo que tendrá que soportar.
Solo yo sé la verdad de cómo el crecerá, predicará y ayudará a muchos, pero lo traicionarán, lo torturarán, tendrá que sufrir el dolor más extremo, se burlarán de él y lo crucificarán.
De pronto aquel bebé abre los ojos y mueve sus pequeñas manos, entonces comprendo que Él ya lo sabe, es solo un bebe pero sigue siendo el hijo de Dios.
Este el ser que más me ha amado, la persona que decidió dar su vida por amor, para que todos nosotros tuviéramos esperanza alegría y para que nuestra fe no sea en vano.
María me mira con ternura y José me abraza intentando comprender lo que acaba de suceder.
Los pastores se despiden, y yo decido acompañarlos, al salir nos ponemos a cantar la canción que cantaban los ángeles y regresamos contentos a las afueras de Belén.
Después de seguirlos un tramo, yo también me despido y cada uno de ellos me da un tierno abrazo, hoy hemos visto un milagro y el corazón lo tenemos rebosante de alegría.
Yo debo volver a mi tiempo y escribir lo que he visto, sé que no habrá palabras para poder describir aquel dulce encuentro, ni que tampoco podré describir aquella hermosa criatura pero al menos escribiré de aquel niño de Belén que nació para salvarme y viviré dándole mi vida a aquel hombre que lo dio todo por mí.
Feliz Navidad, les mando un gran abrazo a todos mis lectores, amigos, hermanos y compañeros, que Dios los bendiga muchísimo y llene sus hogares con su gloria y Amor.
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