Según muchos historiadores, se dice que el origen del famoso himno cristiano: “He decido seguir a Cristo” es el siguiente: Durante la época del gran auge de los misioneros (la cual publicaremos pronto), muchos cristianos arriesgaron sus vidas y las de sus familias, yendo a países lejanos e inhóspitos, predicando el santo evangelio a distintos países y tribus que nunca antes habían escuchado el nombre de Jesús.
Se dice que el himno se originó en la India, donde un misionero europeo junto con su familia, comenzaron a predicar el evangelio con gran pasión en contra de las tradiciones del pueblo.
Algunos dicen que fue la propia familia del misionero, mientras que otros dicen que fue la familia más prominente de aquella aldea los que hicieron una gran declaración de su fe, negando a sus dioses antiguos y las crueles tradiciones de sus antepasados.
El jefe de aquella aldea, junto con varios aldeanos enojados querían hacer ejemplo del padre de familia, para que otros dejaran de escucharles y tuvieran temor. Testigos contaron, como aquella turba llegó al hogar de aquella familia, los tomaron violentamente y públicamente le dijeron a aquel padre: Niega tu fe o mataremos a tu familia.
Solo podemos imaginar el temor que debió haber sentido aquel hombre por su familia, de seguro habrá orado en su interior, y habrá recordado las grandes bendiciones que no esperan junto a Cristo.
El jefe de la aldea insistió: ¡Niega ahora tu fe o mataremos a tus hijos! Aquel hombre recordó un himno que había estado escribiendo y lo cantó:
He decidido seguir a Cristo, III
No vuelvo atrás,
No vuelvo atrás…
Entonces se dio la orden y cruelmente sus hijos murieron.
El jefe de la aldea enfurecido insistió: ¡Si no obedeces mataremos a tu esposa!
El hombre siguió cantando:
Si otros vuelven yo sigo a Cristo, III
No vuelvo atrás,
No vuelvo atrás…
Su esposa cayó muerta frente a sus ojos.
Entonces se le dio una última oportunidad: ¡Salva tu propia vida o muere!
Se escuchó su cántico:
La cruz delante, el mundo atrás III
No vuelvo atrás,
No vuelvo atrás…
El pueblo presenció la muerte de aquel mártir, sin embargo, algo había ocurrido con el jefe de aquella aldea, los siguientes días no pudo sacarse de la cabeza aquella demostración de fe, sus entrañas se conmovían al recordar el ejemplo de aquella familia. Por lo que reunió a toda la aldea en el mismo lugar donde cruelmente les habían quitado la vida, y aquel hombre declaró: ¡Yo también pertenezco a Jesucristo! Así él y toda la aldea se convirtieron a Dios.
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