Cuenta una conocida anécdota, que el nombre de Albert Einstein empezaba a ser conocido por su teoría de la relatividad, sin embargo, su aspecto no lo era tanto, por lo que realmente casi nunca lo reconocían cuando acudía a impartir conferencias solicitadas por distintas Universidades.
Dado que no le gustaba conducir, contrató los servicios de un chófer. El conductor transportó al genio a cada conferencia, y en una ocasión le escoltó en un largo viaje de bastantes días, acompañándole no sólo en el vehículo, sino asistiendo a las charlas como un oyente más.
Después de unas semanas de viaje, Einstein le confesó al chófer lo aburrido que le resultaba repetir lo mismo una y otra vez. El chófer, comprensivo, le contestó: “Si quiere le puedo sustituir por una noche. He escuchado su conferencia tantas veces que creo que la puedo recitar palabra por palabra”.
Einstein le tomó la palabra y antes de llegar al siguiente lugar, intercambiaron sus ropas y Einstein se puso al volante. Llegaron a la sala donde se iba a celebran la conferencia y como ninguno de los académicos presentes conocía a Einstein, no se descubrió el intercambio.
El chofer subió al estrado, quienes cuentan la historia dicen que lo hizo de manera muy convincente. Al final de los aplausos, un destacado profesor que se encontraba entre la audiencia le formuló una pregunta complicada. El chófer, que no tenía ni la más remota idea de cuál podía ser la respuesta, tuvo un ingenioso golpe de inspiración y le contestó: “La pregunta que me hace es tan sencilla que dejaré que sea mi chófer, que se encuentra al final de la sala, quien se la responda”.
En nuestra vida, muchas veces nos podemos parecer a aquel chofer, somos capaces de recitar palabra por palabra todo lo que hemos escuchado de otros, intentamos imitar acción por acción lo que algunos hacen, pero eso no significa que seamos iguales a ellos o que realmente estemos poniendo en práctica lo que nos intentan enseñar.
Podemos imitar a un conocido o a un familiar, aparentar ser como ellos o incluso ser una copia de buenos cristianos, pero si no somos capaces de responder las preguntas complicadas que nos depara la vida o las pruebas que atravesamos, realmente solo expondremos que somos copias vacías y no auténticos creyentes que viven el evangelio.
Juan 8:31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos… Jesús no buscaba simplemente malas copias o imitadores vacíos, Él quería discípulos originales y auténticos, que den fruto de un cambio transformador, que verdaderamente lo conozcan, que se esmeraran en aprender de su ejemplo, que a pesar de las adversidades vivan con verdad el poder real del evangelio.
Mateo 28:19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo… La única forma en que nosotros podamos formar otros discípulos es siendo auténticos cristianos, pudiendo demostrar con verdad las marcas de Cristo en nosotros, enseñando con nuestro testimonio la realidad de una vida cristiana y teniendo la experiencia que solo la tienen aquellos que transitan el Camino angosto y la Puerta estrecha.